Ciudad de México.— A Héctor Bonilla no le gustaban los homenajes, le incomodaban y trataba de evitarlos, pero al ser una figura emblemática del arte en México, su familia y amigos tenían claro que merecía recibir honores y ser despedido en el Palacio de Bellas Artes.
“Esto es más para nosotros que para él, pero ni modo, ahora se amuela”, dijo su viuda, Sofía Álvarez.
Las cenizas del protagonista de Rojo Amanecer llegaron al recinto la tarde de este lunes cerca de las 17:15 horas en una urna y fueron llenadas de aplausos, que dieron pie a muchos recuerdos familiares.
Sus hijos Sergio y Fernando Bonilla, junto a su madre Sofía, decidieron recordar su alegría y buen humor, su carrera congruente y repasar su trayectoria de la forma más entretenida posible, con algunos chistes, porque así lo habría querido él, pues dijeron que ellos como familiares no se quedaron con ningún pendiente.
“Durante cuatro años y cuatro días pensaba con terror que este día llegaría inevitablemente y ahorita estoy arropada por amigos entrañables, mis hijos y familia”, expresó Álvarez.
“Gracias por sus sonrisas, apapachos, abrazos hacia mi persona y a Héctor. Gracias, Héctor, por tu buen humor, por tu enorme esfuerzo, disciplina de todos lo días, tu inmenso amor a tu profesión, a tu familia, hijos nietos y a mí. Muchas gracias por estos cuatro años extra que me regalaste”.
Su persona fue alabada por la secretaria de cultura Alejandra Frausto y por Demian Bichir, que también acompañó a la familia.
Además de actor, director y músico, Bonilla era fan del mariachi, por lo que un grupo de 11 entró para dedicarle temas como “Un Puño de Tierra”, “Rayando el Sol” y “Guitarras Lloren Guitarras”.
Después se puso en una pantalla la canción “Testamento”, escrita e interpretada por Bonilla, cuyo último verso contiene el epitafio elegido por él.
“Se acabó la función, no estén chingando. El que me vio, me vio, no queda nada”, resonó en la voz del actor.
Aunque los honores no quedaron ahí, pues el micrófono quedó abierto para quien quisiera ofrecerle unas palabras, algo que aprovecharon figuras como Damián Alcázar y Sergio Corona.
Su hijo Sergio Bonilla decidió no acabar la función, sino darle su último llamado a escena después de los tres clásicos del teatro.